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Como será el trabajo del Futuro.


Por Aurora Hakim Vista
“Ella está en el horizonte. Me acerco dos pasos, ella se aleja dos pasos. Camino diez pasos y el horizonte se corre diez pasos más allá. Por mucho que yo camine, nunca la alcanzaré. ¿Para qué sirve la utopía? Para eso sirve: para caminar” Eduardo Galeano. Frases y Pensamientos 2006-2008
Hoy como nunca antes, los ciudadanos del mundo somos partícipes de una revolución más conquistada por la humanidad, al estar inmersos en las Sociedades de la Información (SI) y en las Sociedades del Conocimiento (SC) o Sociedades Aprendiente , todas ellas caracterizadas por la invasión disruptiva de las Tecnologías de la Información y la Comunicación (TIC), cuya Ubicuidad que las caracteriza hace que tanto la educación como los aprendizajes no tengan ya condicionantes espacio-temporales, por lo que las concepciones que todo sujeto poseíamos, respecto al ámbito educacional, jamás volverán a ser lo que eran al verse modificadas a través de innovadores lenguajes que han llegado para reinventar las formas de aprender, enseñar y comunicar; así como las maneras en el intercambio comercial, económico, político, educativo, cultural y familiar creando un irrepetible orden social en todas las estructuras y ciberinfraestructuras a nivel planetario.
   Estas transformaciones, innegablemente han venido ha reconfigurar la tarea que implica la docencia desde cada uno de los roles que le caracterizan en los distintos niveles educativos, pues en los escenarios vigentes no es suficiente contar con información, sino que es indispensable que los profesionales desplieguen conocimientos, habilidades, actitudes, valores y desempeños que les lleven a hacer uso crítico, reflexivo y pertinente para resolver los problemas que la vida les presenta, al igual que continuar con la construcción de nuevos saberes como una de las demandas de la Economía del 
  Conocimiento (EC), la cual se ha convertido en garante para poder ingresar al mundo de la competitividad y cuya principal fuente de la dinámica económica se sustenta precisamente en la generación de renovadoras comprensiones apoyadas en los beneficios que proporcionan las TIC, mismas que de manera impresionante nos mantienen interconectados a nivel glocal (global/local) y conforman la arquitectura para construir la “ciudadanía digital”, como una de las prioridades en las agendas de los países que han incorporado el uso de las ellas en el ámbito educacional. 
   Por tanto, la Gestión del Conocimiento (GC) obliga a reconstruir la organización laboral, incluida la docencia, ya que en el signo de los tiempos actuales no basta contar con un título que acredite las capacidades de los sujetos para poder ejercer una función, hoy además es indispensable integrar nuevas competencias que sirvan de andamiaje para seguir aprendiendo a lo largo de la vida, por lo que en las SC, al decir de (Castells, citado por Aquevedo, 2009): “la inversión en profesionales con talento es la inversión fundamental para las empresas”, donde la educación representa la empresa más humana de lo humano. 
   Definitivamente es incuestionable como los procesos de globalización llegan y trastocan las formas de incorporación y permanencia de los recursos humanos en el mercado del trabajo, donde Manuel Castell (2006:33), distinguen dos tipos de recursos humanos: “Genéricos” y “Autoprogramables”, los primeros definidos como aquellos que podrán ser remplazados por máquinas; los segundos, reconocidos por contar con la erudición adicional para adaptarse a las exigencias y retos que la época posmoderna presenta.
   En este escenario, los agentes educativos que han sido formados o se desenvuelven en la docencia, requieren resignificar los paradigmas teóricos, metodológicos, didácticos y evaluativos, entre otros, que sustentan su saber pedagógico y que innegablemente impactan en los aprendientes con quienes interactúa.
  De ahí que directores y coordinadores de niveles educativos; inspectores generales de sector, supervisores e inspectores escolares; asesores técnico pedagógicos, jefes de enseñanza; coordinadores y asesores de los Centros Regionales de Actualización de Maestros de Educación Básica en Servicio (CRAM), formadores de formadores y demás figuras corresponsables del proceso educacional de los niveles de educación básica, media superior y superior, además de continuar participando activamente en programas que favorezcan su formación continua, requieren incorporarse a procesos de desarrollo profesional con base en la autogestión pedagógica que les lleven a fortalecer su autoaprendizaje y autodidactismo, así como a autoevaluar y coevaluar sus competencias –en y desde su propia práctica- pues al ser líderes de líderes tienen el enorme compromiso y alta responsabilidad de hacer realidad la mejora de la enseñanza y el aprendizaje de los estudiantes con los que convive.
   Desdoblar estas trayectorias se han convertido en rutas claves, obligadas e indispensables de transitar para estar en condiciones de redibujar –dentro y fuera de las instituciones y desde las distintas funciones que desempeñan- la cultura docente y el propio acto pedagógico que la escuela mexicana y veracruzana propician en los estudiantes que les dan identidad.
   Como señala Hugo Assmann (2002:25): “Un tema clave para la escuela del futuro es, sin duda, la interactividad cognitiva entre aprendientes humanos y máquinas ‘inteligentes’ que también aprenden”. A esta reflexión, se suma la expuesta por Miller 2006 (citado por Lea F. Verzub, 2010:13), el cual afirma que: “…el progreso de la educación no depende de contar con un currículum mejor, sino que descansa en la capacidad que los maestros tienen para llevarlo a la práctica. Aún cuando los currícula y materiales para la enseñanza se encuentren muy bien diseñados, asesorados por destacados especialistas, es necesario contar con buenos docentes que puedan llevarlos adelante: la exitosa implementación de cualquier currículo implica –como requisito indispensable- la presencia de un maestro hábil y bien preparado. Por lo tanto, el desafío consiste en mejorar la práctica docente a través de la calidad y pertinencia de la formación inicial que reciben. A ello deben contribuir la implementación de políticas a largo plazo que garanticen los mecanismos y las condiciones para el desarrollo profesional permanente, para continuar aprendiendo a enseñar a través de la reflexión sobre su experiencia en el aula y de la colaboración de otros más experimentados, con mayor trayectoria que pueden actuar como asesores y acompañar los nuevos aprendizajes y el trabajo sobre sí mismo que el proceso formativo requiere”. 
   En este tenor de ideas, no podemos ni debemos olvidar que: “Queremos y pensamos afectivamente, de forma sentiente, emocionalmente, por eso importa educar sentimientos, emociones, afectos, que no se dan en los seres humanos sin inteligencia. Por eso la vida del hombre consiste, a fin de cuentas, en un proceso de educación, por el que va forjándose en sucesivas elecciones inteligentes el carácter más deseable. En esta forja entran la inteligencia y el sentimiento, lo que algunas tradiciones han llamado la “lógica del corazón”. En la ‘época del saber’ productivo, del ‘saber hacer’, podemos decir que incluso el “saber hacer técnico” se requiere un profundo saber personal y social, que atiende a la educación de la inteligencia sentiente, deseosa… donde una adecuada educación sentimental, una inteligencia situada, es la mejor promesa de éxito… urgente recuperar esa educación que es, no sólo la de las habilidades técnicas, sino también la de las habilidades sociales…pues cada persona y cada tiempo deben hacer su aprendizaje, y resulta difícil llevarlo adelante cuando no concuerdan las ideas con las creencias…" Adela Cortina: Razones del corazón. La educación del deseo, 2000:9.


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